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Psi y Cine: El Joker 2

El Joker 2

La primera escena de la película, del tan aclamado por la crítica Joker 2, nos advierte que lo que veremos a continuación no será a aquel que obnubila con su agudeza y rebeldía, quien nos presta su voz para denunciar lo que en esta sociedad falla y asquea. La genuina advertencia nos avisa que se tratará de otra batalla, esta vez puertas adentro, donde la caída del personaje deja una sombra que lucha fallidamente por encontrar imagen.

Vemos a un hombre convertido en ceniza. Un cuerpo que apenas tiene forma humana, desprovisto de aquello que nos podría llegar a dignificar.

Encerrado en la cárcel de máxima seguridad, desfila entre rutinas deshumanizantes impuestas por el sistema penitenciario. Sometido nuevamente a revivir maltratos, humillaciones, sumergido en la depresión absoluta. Alto es el costo de haber conseguido la medicación que antes le negaban. Como sucede tan a menudo en esta, nuestra ciudad gótica, en la que marginales y pobres luchan día a día para conseguir aquello que siempre llega a destiempo. Los márgenes que bordean la trama no pueden ser integrados, porque dejarían de cumplir su función. Hay quienes están adentro y quienes están afuera, las instituciones garantizan que ese juego se perpetúe. Nada es para todos y para algunos, nada.

 

Los otros, que rodean a ese hombre que se arrastra entre los sucios pasillos del encierro, buscan un personaje que parece haberse extinguido tras la condena y el encierro. Nadie lo busca sino para continuar haciendo uso de lo que el guasón les ofrecía, risas, burlas, la posibilidad de dejar de sentirse miserables por un momento. Consumimos a los otros. Arthur lo dio todo pero nunca es suficiente. Resta de él la depresión que lo ha tomado. Él es la depresión.

Casi no existe conexión entre la realidad psíquica de Arthur y lo que a su alrededor acontece. La caída del guasón dejó incomunicados ambos escenarios. No importa cuán cierto o importante sea lo que este en juego porque él está fuera de juego, muy lejos de ahí. Casi nada puede tocarle ese cuerpo que arrastra, una gota de sangre que corre por su boca, la lluvia que golpea su cara. Vestigios de lo que alguna vez existió. Melancolía.

«Mientras cumple la condena de ser loco, pobre y solo, 

el azar acerca una llama y podemos ver que entre la ceniza, 

algo prende«

Mientras cumple la condena de ser loco, pobre y solo, el azar acerca una llama y podemos ver que entre la ceniza, algo prende. Esperanza, paradójica arma de doble filo, un mal bastante perezoso que prefirió seguir descansando en la caja de pandora. La ilusión de algo que nace trunco.

Una mujer que conoce en una clase de música, lo mira con interés. Como si la magia fuera posible (o la esperanza estuviera metiendo la cola) como si algo del amor pudiera tocarlo, por primera vez se siente mirado con amor y cree que puede importarle a alguien. Arthur es incapaz de poner en tela de un juicio que no tiene, lo que esa mujer le dice. Le cree con la ingenuidad de un niño, como el que su mamá alguna vez vistió de payaso.

Pareciera ser que algo podría volver a armarse, pero las cosas jamás regresan intactas al punto de partida.

 

En el guason confluyen, el desesperado intento de un hombre que a través de su delirio intenta hacer algo con su enfermedad mental mientras es expulsado una y otra vez, los efectos singulares que este personaje tiene a su alrededor y la necesidad social de encontrar un referente que pueda poner voz, denunciar y exponer el descontento en que se vive, las injusticias sociales e institucionales.

 

Lic. Antonella Bertoli

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