Siempre hubo procesos migrantes pero probablemente nunca antes en la dimensión con la que está aconteciendo actualmente y que se va configurando como un rasgo del siglo XXI. El que migra tiene un trabajo psíquico por hacer, en el sentido que se puede llamar “trabajo” al trabajo de duelo.

Ya no está adentro de su país, se encuentra afuera, pero, ¿qué tan afuera? Está en Argentina, pero lee todos los días las noticias de Venezuela, está en España, pero manda dinero a su familia en Ecuador, está en Inglaterra, pero no puede encarretarse con esas pieles de mármol blanco, pecas naranjas y verdes ríos subcutáneos. Luego de haber atravesado todas las fronteras de este Espacio Interior con sus oficinas, sus sellos, sus empleados administrativos recién levantados, el migrante se encuentra ante la tarea de habitar una nueva geo-superficie psíquica en donde interior y exterior tienen una continuidad, ejemplo, habla por teléfono con su madre que está en Lima e inmediatamente después se sube al metro de Madrid. Esta continuidad psíquica lo acompañará por el resto de su vida, incluso si regresa al país del cual se fue inicialmente, ya habrán cambiado tanto el país, como él o ella que por ejemplo, tendrá ahora nuevos amigos desparramados por distintos lugares. A pesar de la tentación de fantasía de renacimiento con el corte que puede implicar irse del lugar que uno habitó toda la vida, es imposible deslindar lo que el sujeto era antes de ese corte y lo que es después. Además de ropa, papeles, pasaporte e ilusiones también viaja con él eso que fue hasta ese momento y por más que habite ahora en otro lugar, algo de ese lugar del cual viene seguirá habitándolo a él. Lidiar con eso puede no ser tan simple y probablemente involucre uno o más duelos, por lo que se deja atrás, por lo que no se presenta idéntico a como lo había imaginado, etc. Esto implica un trabajo psíquico que implica pérdida y duelo, no es sin atravesar eso que se podrá habitar y dejarse habitar por un nuevo lugar, en algunos casos o circunstancias este proceso puede ameritar un acompañamiento profesional.

Para cerrar este artículo comparto la letra de una canción, muy en sintonía con la cuestión de la topología y de la posibilidad del sujeto de hacer algo con lo que le ha tocado en suerte. La canción se llama “Hay que salir del agujero interior” del álbum Agujero Interior de la banda argentina Virus, grabado en 1983 en los estudios… ¡Moebio! (Fui sorprendido por este dato)